Reflexión de José Antonio Sosa Sosa, Delegado Diocesano para la Pastoral Social y Promoción Humana de Cáritas Diocesana de Huelva sobre la Pascua.
El Miércoles de Ceniza empezamos este tiempo litúrgico. ¿Qué es lo que hace que esta Cuaresma sea diferente? ¿Por qué no es como otros años? Cada año es diferente porque nosotros y nuestras circunstancias han cambiado en algo, por pequeño que nos parezca, con respecto al año pasado.
Si tenemos la sensación de que no, de que todo es exactamente igual, quizá con más razón necesitamos este tiempo que nos abre una nueva oportunidad de reflexión, de renovación y de esperanza. La Cruz de Jesús y, sobre todo, su Resurrección es el signo de que el mal, la oscuridad y la muerte no tienen la última palabra, es signo también de que las cosas cambian y de que este cambio puede ser a mejor: la redención, la renovación personal y social, son siempre posibles.
Bien fundamentados en la Vida que nos ofrece el Señor, profundizamos en el camino hacia un mundo mejor, donde la presencia del Reino sea más posible y real. Y eso empieza por nosotros mismos.
Este año se está hablando mucho de San Francisco de Asís con motivo de los 800 años de varios hechos franciscanos, De la espiritualidad franciscana se pueden destacar muchos valores: la pobreza, la humildad, la configuración personal a Jesucristo, la sensibilidad ecológica o la fraternidad universal. De todos ellos, podemos subrayar el valor de la paz, siempre tan importante, pero aún más, quizá, en este tiempo en el que estamos viviendo de cerca guerras, enfrentamientos, terrorismo… San Francisco popularizó su saludo “Paz y bien”, promovió un estilo basado en el diálogo. En esta cuaresma podríamos hacer nuestro examen de conciencia a partir de este valor y preguntarnos si somos realmente hombres y mujeres de paz y pensando en las cuatro dimensiones de la paz: la paz conmigo mismo, la paz con Dios, la paz con los demás y la paz con la naturaleza, con la creación, con nuestra casa común. Y hacer nuestra la oración de San Francisco: “Señor, haz de mí un instrumento de tu paz”.
Jesús nos llama a vivir su Pascua. Pascua es el Bautismo que nos ha hecho hijos de Dios. Pascua es la Eucaristía, el alimento de vida eterna que nos une a Jesús y a los hermanos. Pascua es la fe y la esperanza que nos hacen caminar y mirar hacia adelante. Pascua es encontrarse con la comunidad de los creyentes y compartir la alegría de seguir a Jesús. Pascua es amar a este mundo y trabajar para que toda persona pueda vivir dignamente en él.
Jesús con su resurrección nos reviste del hombre nuevo. Nuestras esperanzas están puestas en Cristo Resucitado capaz de transformar la vida entera. Ser testigos de este acontecimiento nos lleva a fijar la mirada en nuestros hermanos que viven situaciones de muerte. Nuestra fe en la Vida ha de llevarnos al compromiso con aquellos que no encuentran el camino de la luz, la alegría y la vida digna. Ser santos para el mundo es llevar una vida resucitada que contagie a otros.
Esta Pascua puede ser diferente porque “Somos oportunidad. Somos esperanza”.