Hasta la declaración de esta pandemia nunca las personas mayores habían sido tan mencionadas ni habían tenido tanto protagonismo en los medios de comunicación. La constatación de que el virus genera síntomas más graves y de que sus consecuencias tienden a ser peores en quienes tienen más edad, llevó a definir a los mayores de 65 años como el colectivo más vulnerable y a recomendarles que no salgan de casa, quedándose, en muchos casos, aislados, sin que nadie pudiera ir a visitarlos, sintiendo, como consecuencia, miedo y soledad.
Para Cáritas Diocesana de Huelva, las personas mayores son el pegamento entre nuestro pasado y nuestro presente, y su conocimiento debe ser contado, acompañado y compartido. Por ello, se merecen toda nuestra atención, escucha y amor antes, durante y cuando pase la crisis sanitaria.
El Proyecto de Acompañamiento a Mayores se viene desarrollando desde hace varios años en la zona de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Inma Ruiz y Nieves Domínguez, técnicas del proyecto, cuentan que “es muy gratificante trabajar con estas personas”. Recuerdan que cuando se produjo el confinamiento, “tuvimos que pararnos y evaluar lo que ocurría, era una situación totalmente nueva”. Así que, elaboraron un listín telefónico con todos los pueblos y empezaron a organizar los talleres a través de WhatsApp. “Es difícil trabajar de manera telemática con personas que no saben manejar un ordenador, pero siempre había un hijo, un amigo o un vecino que nos hacía de puente”. En esos momentos de caos e incertidumbre, también recibieron muchas llamadas, “algunas personas estaban muy preocupadas, se encontraban solas y no sabían lo que pasaba realmente”, cuentan.
Ángela Maestre, lleva siendo voluntaria del proyecto desde 2019. En su voluntariado, visita a los mayores para darle compañía o para dar respiro a sus acompañantes. “Son visitas largas que nos dan la oportunidad de disfrutar del mayor, hablar con tranquilidad y poder hacerle compañía”. Emocionada de su función y con alguna lágrima en los ojos, cuenta que cuando conoció el proyecto pensó que podría aportar mucho. “Después fue al revés, estar con los mayores me aporta mucho más a mí”. En la etapa del confinamiento, Ángela recuerda llamadas con los mayores en las que “sentía la pena en sus voces, porque se sentían solos al no tener a sus familias cerca. Ante esto, les intentaba transmitir esperanza, aunque yo no la tuviera, me tenía que hacer fuerte por ellos”. Milagros Mozo (85) es una de esas personas que recibe la visita de las técnicas y voluntarias. “Cuando no podían venir me sentía regular, porque me alegraban mucho sus visitas. Hablar es necesario y a veces lo hago muy poco, cuando están ellas puedo hacerlo”.
A su vez, Cruz Rosario Rodríguez (86) participa en los talleres de memoria que realizan todas las semanas. En esas horas hacen ejercicios para mejorar la memoria y la retención de los mayores. “Hacemos diferentes ejercicios que me ayudan a acordarme de lo que se me olvida. Me gusta venir, nos conocemos entre todas y pasamos un buen rato”. Eso mismo le sucede a MªTeresa Romero (90) que vive sola y venir cada semana “le da mucha alegría”.
Cuando las técnicas, viendo que todo estaba cerrado, decidieron seguir con el taller telemáticamente Felisa Acedo (64) y Francisca Suárez (68) recibían todas las semanas fichas con ejercicios, “eran actividades diferentes que nos ayudaban a sentirnos entretenidas”, comentan. Antonia López (75) y Yeye (80) sintieron miedo y desinformación porque no podían salir en pleno confinamiento, pero “ahora estamos deseando venir al taller, echamos una hora muy buena porque aprendemos cosas que no sabemos. A veces preguntamos mucho, menos mal que tienen paciencia”, ríen ambas.
Mayores con ganas de seguir aprendiendo y mejorando. Mayores que enriquecen nuestra vida aportándonos su tiempo y sus saberes. Un tesoro del tiempo que debemos respetar y cuidar.